Ya os he comentado en alguna ocasión que Twitter es una fuente de información brutal, siempre que sepas a quien seguir.... En este caso, y gracias a un Twitt de @adelgado he llegado a la entrada del Blog de Pepe Cervera en RTVE.ES; el post no tiene desperdicio, y es de los que mejor explica la problematica de los derechos de autor, y el abuso que algunos quieren hacer de el, la verdad es que los deja bastante mal y con unos argumentos, a mi modo de ver, bastante aplastantes. De cualquier manera, aquí os dejo el post, el original lo podéis leer AQUÍ.


Los intelectuales que se querían apropiar de la cultura
por Pepe Cervera el
13 Oct 2009


Es una gran tragedia para un país tener intelectuales de mala calidad, lo que se nota cuando sus razonamientos carecen de rigor. En España contamos con algunos ejemplos, que en los últimos tiempos parecen haberse puesto de acuerdo para lanzar una campaña de reflexión sobre el problema de la mala regulación de la llamada 'propiedad' intelectual. Esta campaña por una mano dura en lo que se refiere al derecho de autor se basa en dos 'argumentos' que demuestran un pésimo hábito de razonar, en el mejor de los casos, o un descarado intento de apropiarse para su uso privado de un bien común, en el peor. Estas razones son de una calidad intelectual que solo cabe calificar de pésima, como puede comprobarse en este artículo de Javier Marías (aunque también aparecieron, idénticos, en el publicado por Andrés Trapiello el 13 de septiembre en el Magazine de La Vanguardia).

Lo primero es recordar el perjuicio de que son objeto los creadores debido a la caducidad de la 'propiedad' intelectual. Así, Marías afirma que "Quienes hacemos obras artísticas, buenas o malas (escritores, músicos, cineastas), ya hemos estado discriminados siempre respecto al resto de la sociedad: lo que creamos o inventamos, lo que es más nuestro que cualquier bien adquirido por cualquiera, tiene fecha de caducidad y pasará a ser del dominio público un día, a diferencia de lo que ocurre con las propiedades de todos los demás: la gente lega sus casas, tierras, fortunas, negocios, de generación en generación. A nosotros, en cambio, se nos impone un límite -un extraño castigo-, sin recibir en vida por ello ninguna compensación". Para Marías, por tanto, es injusto que se traten de forma diferente cosas que son para él iguales, como la propiedad física y la intelectual. Si la duquesa de Alba hereda las tierras que le dejaron sus antepasados, escribía Trapiello por su parte, ¿por qué no reciben los herederos de Lope de Vega los réditos de sus obras, cuatro siglos después?

En segundo lugar, ambos autores razonan que la 'propiedad' intelectual es imprescindible, porque sin ella no existe la creación. De no existir una ley dura de derecho de autor, duramente aplicada, lo que se está poniendo en riesgo es la existencia misma de la Cultura. De lo que se deduce que ésta es única y exclusivamente obra de profesionales, que deben ser pagados. Y que el papel de los lectores, espectadores o contempladores es puramente pasivo; la cultura sería pues un acto unidireccional desde los autores hacia los receptores, cuya única aportación es dineraria. De quienes no son autores sólo se espera que paguen, y callen.

Ambas argumentaciones pueden rebatirse con suma facilidad, si uno se molesta en aplicar un mínimo de rigor intelectual. La historia nos resuelve la primera: dado que la primera ley de 'copyright' es de 1710, si la creación sólo pudiese existir en presencia de 'propiedad' intelectual habría que concluir que no pudieron existir ni Lope de Vega ni Shakespeare, ni Cervantes ni Herodoto, ni Mozart ni Vermeer, ni Ovidio ni Homero, entre muchísimos otros: todos los autores que trabajaron antes de que existiera la noción de recompensar al autor a tanto por copia vendida. La creación artística ha sido durante la mayor parte de la historia, para bien o para mal, una cuestión de aficionados; es decir, de personas que no creaban para vivir de ello, sino por el placer de crear. Y se ha hecho en ausencia de ningún género de protección legal, ni en forma de 'Copyright' ni en forma de Derecho de Autor. Durante milenios los artistas han creado por amor al arte, y a cambio de otro tipo de compensaciones. Es curioso cómo para gentes como Trapiello y Marías la cultura sólo es imaginable, aparentemente, como creación mercenaria.

En cuanto a la segunda, la 'propiedad' intelectual infinita, se trata de un error de razonamiento todavía más grave. Porque si es injusto tratar diferente a los iguales, también lo es tratar igual las cosas diferentes. Y es obvio que la propiedad física es radicalmente distinta de la llamada (torticeramente), 'propiedad' intelectual. Los objetos se pueden poseer porque están hechos de átomos, lo cual implica que a) no se pueden reproducir con facilidad, y b) no pueden ser usados por varias personas simultáneamente. En cambio las creaciones intelectuales están hechas de bites, lo que quiere decir que a) se pueden reproducir a coste cero y b) pueden ser disfrutadas simultáneamente por muchas personas. Son, en esencia, cosas distintas, y por ello deben ser tratadas de forma diferente, si se pretende ser justo.

Cabe, por tanto, pensar que el razonamiento de Trapiello y Marías no es simplemente erróneo o injusto, sino que encubre un intento de robo a gran escala. Los autores que defienden esta versión extendida de la 'propiedad' intelectual quieren privatizar la cultura en beneficio propio, apropiándose de algo que pertenece a todos. La intención es obvia en frases como "lo que creamos o inventamos, lo que es más nuestro que cualquier bien adquirido por cualquiera", según Marías, que considera la creación es un acto excelso que no reconoce antecedentes. El autor crea desde la nada, y por tanto su gesta es heroica, y su producto le pertenece en exclusiva.

Esta versión deja por completo fuera a la otra parte de la cultura, a quienes la practican leyendo, viendo teatro o cine, visitando exposiciones, escuchando música. La cultura es un diálogo, una conversación con dos partes en la que autor y lector deben participar. Porque la creación no publicada (no hecha pública; no compartida), es inútil. Los autores no son los propietarios únicos de su obra, desde el momento en que la hacen pública: la cultura es la suma de las obras que están en las mentes de todos los receptores, a los que en parte también pertenecen. Apropiarse por completo de sus creaciones sin reconocer la participación del público sería ya una forma de latrocinio.

Pero es que además los autores que quieren la propiedad absoluta y eterna de sus obras están robando a la sociedad, de la que ellos extrajeron buena parte de los elementos que componen su obra. Ningún humano es una isla, y esto es todavía más cierto en el caso de los autores, puesto que toda obra es, por definición, derivada. Javier Marías no ha inventado la novela ni el ensayo; tampoco Trapiello ha creado las palabras con las que escribe sus obras, ni el concepto de argumento, ni la gramática.
Todas esas cosas las usan con libertad porque forman parte de la Cultura, que ellos han usado precisamente porque la 'propiedad' intelectual es finita: porque la ley, en su sabiduría, prescribe que para que la cultura exista hay que liberarla, después de un tiempo. Sería un robo beber de la cultura anterior, pero después cerrar el grifo a la cultura siguiente.

Quizá no lo hayan
pensado muy bien, porque si existiese esa 'propiedad' intelectual eterna que solicitan Marías y Trapiello tendrían que pagar por el uso de la novela a los herederos de Cervantes, y abonar royalties por el ensayo a los descendientes de Montaigne. Tendrían que pagar a la Real Academia por usar las palabras del español, y a los descendientes de Nebrija por la gramática. Los costes de los argumentos de Homero o Shakespeare podrían ascender a verdaderas fortunas, como lo haría en otros ámbitos el uso del 'rock&roll' o el concepto de retrato.
Los verdaderos beneficiarios de un sistema así serían los abogados, y las sociedades de gestión de derechos. Si nuestros autores partidarios de la 'propiedad' intelectual extrema tuviesen que pagar sus deudas, igual no les
saldría rentable la creación. Lo que pasa es que ellos no reconocen deuda alguna con la cultura anterior; sólo quieren que la cultura futura les pertenezca, como si fuese por completo obra suya, sin antecedente ninguno.

La llamada 'propiedad' intelectual es un pacto en el que el estado reconoce la creación, y la premia con un monopolio; y los autores reconocen su deuda con la cultura de la sociedad en la que viven, aceptando que ese monopolio sea temporal. Sólo así, con la incorporación de las creaciones al Dominio Público después de algún tiempo, el creador devuelve el préstamo que recibió de los creadores anteriores. Solo así la cultura puede seguir viva.

En el fondo, lo que algunos autores como Marías y Trapiello quieren hacer es apropiarse de la Cultura; arrebatarle a la sociedad lo que la sociedad les prestó, interrumpiendo la cadena de ascendiente-descendiente que es la civilización. Se basan en una idea hinchada de su aportación como autores para intentar congelar el fluir de la cultura, para desviar a sus bolsillos el valor acumulado de miles de años (y muchos miles de autores anteriores a ellos). La cultura es un compendio de creaciones que se nutren unas de otras, que se construyen unas sobre otras, que surgen de un lenguaje y de una cultura que no es ni puede ser propiedad de nadie, porque es de todos. El proyecto que parecen defender Trapiello y Marías es la radical privatización de la cultura en su favor; la apropiación del acervo cultural común por un reducido grupo de autores profesionales.

No se trata de una defensa frente al ataque de Internet y el P2P; ni de defender un derecho perdido. El plan es secuestrar la cultura y apropiarse de ella, para siempre. Quizá, después de todo, no se trate de un error de razonamiento, sino de algo mucho más siniestro: un robo de proporciones míticas envuelto en una supuesta defensa de la cultura. Los radicales partidarios de la apropiación masiva de lo que pertenece a otros no son los 'piratas' de Internet, sino estos intelectuales, capaces hasta de retorcer su pensamiento para ajustarlo a sus intereses. No se deje engañar por sus 'argumentos' de cordero degollado, por sus cantinelas de víctima: se trata de lobos que nos quieren quitar a usted y a mí algo que nos pertenece a todos. Son pensadores dispuestos a matar la cultura con tal de apropiársela. Afortunadamente, su tiempo ya ha pasado.

2 comentarios:

Nuria dijo...

No puedo hacer más que levantarme y aplaudir...
Bravo, Pepe Cervera!!!!!

Jesus dijo...

@Nuria: Te ha gustao eh? Si es que este tio hbla clarito....